Mi abuelo se
llama Christopher. Yo me llamo Christopher por él. Wesley John Christopher.
Joder, esto es ridículo. Estoy haciendo esto porque Albert me dijo el otro día
que empezase un diario. Porque yo le había estado contando que necesitaba
ordenar mis ideas. Ordenar mis pensamientos y mis sentimientos. Entonces Albert
me dijo que escribiese. Cuando se me apareciesen los fantasmas. Mejor dicho,
cuando me atacasen. Cuando me violasen. Hoy me lo ha vuelto a recordar y hoy
empiezo.
Es tarde. Estoy
un poco borracho pero necesito hablar. Acabo de llegar del teatro. Charlie me
ha acompañado hasta la puerta. No sé si él habrá llegado ya. Supongo que sí.
Charlie no me preocupa. Nunca me ha preocupado. Llevamos toda la vida juntos, y
cada vez que ha ocurrido algo malo, lo ha tratado de una forma que no te
permite pensar en palabras como angustia o miedo. Él se encarga de todo. Todo
saldrá bien. Siempre. No hemos visto a Emma salir del teatro. Yo sabía que no
iba a estar. No sé si ver una peli. Hemos visto caras conocidas pero ninguna
merece ser nombrada. Son monstruos sectarios. Solo se relacionan entre sí.
Nuestros padres viven en esa mierda. Crecieron viendo cómo nuestros abuelos
vivían en esa mierda. Estoy un poco borracho pero necesito hablar y parece que
no quiero. Tengo sueño. Emma no estaba en el teatro. Estará durmiendo. Son casi
las cuatro de la mañana. No sé qué me pasa. Si fuese cualquier otra persona
creo que diría que estoy deprimido. Pero no, no estoy deprimido. No me lo puedo
permitir. Tengo que hacer algo. Esto no sirve para nada. Creo que al
final voy a contar quién soy. Albert me dio este cuaderno el día que
me dijo que empezase a escribir. Y ya llevo casi una hoja. Es pequeño.
Me llamo Wesley John Christopher Atkinson. Crecí en
Belgravia, Londres. Vivo en Belgravia, Londres. Y creo que esa es una de las
peores cosas que se pueden decir de mí. Vivo en la misma casa desde que
nací. No soy muy alto. No creo que esté muy por debajo de la media
británica. No sé qué más puedo decir. Me gusta beber. Me gusta demasiado.
También me gusta fumar. Soy un simple. Me gusta el fútbol, la ropa buena, las
carreras de caballos, el whisky, y el buen whisky para mis cumpleaños. Me he
ganado muy pocas de las cosas de las que disfruto. Casi nada. Vengo de una
familia cuya única preocupación relacionada con el dinero era, y es, dar con la
forma de ganar mucho más. Nunca era suficiente. Acumular y asegurar para evitar
desastres. Nunca hubo desastres, aunque sí hubo errores. Nunca he admirado a mi
padre. Vivo como vivo gracias a él, pero no siento que le deba nada. A veces
pienso que ni siquiera merece mi respeto. No le necesito. Solo quiero su
dinero. No me importa decirlo. Yo necesito humanos. Humanos como Albert.
Humanos como Charlie. Emma no ha ido al teatro esta noche.
Estoy sentado
en la mesa de mi habitación. Y soy un niñato de Londres, que se acerca poco a
poco al alcoholismo, y que tiene veinte años. Un niñato al que le pesa
demasiado de dónde viene, y que no sabe a dónde va.
Se duermen mis
brazos y mis piernas. Y yo me duermo poco a poco. Miro el reloj y marca las
seis menos cuarto.
Sin darme
cuenta me acuerdo del viejo Albert. Charlie y yo somos sus soldados, y él es
nuestro coronel. Su anciana sonrisa alegra mis días.
Pienso en
Albert. Después pienso en Charlie. Y después pienso en Emma.
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